Escala 1:100
Ultimamente he convertido en un entrenamiento preelectoral buscar en las noticias el que creo sin duda va a ser el caballo de batalla de las próximas elecciones, la corrupción urbanística. Bueno realmente no se si lo creo, o en un arrebato de ilusa (que en ocasiones puedo serlo y mucho) he creido conveniente pensarlo así para que esa época de campañas, mítines y similares que tanto me hastia, sea útil en algo.
Lo cierto es que despues del caso marbellí (al que nadie hincó diente en vida de don gil y fueron necesarias bolsas viajeras por los programas ¿rosas?), todo el Estado está en fase de presarampión, con unas cuantas pintitas rojas, malestar general y fiebre. Van apareciendo casos que afectan no solamente a un partido ajeno a disciplina, sino a los mayoritarios y minoritarios de toda la vida.
No soy muy dada a creer en milagros, pero espero que la tensión preelectoral sirva por lo menos para sacar a flote todos aquellos casos en los que no existan pacto de tu me rascas la espalda yo te la rasco a ti.
Sin embargo, todo este tema, y últimamente que ando en obras en el zulo, me ha dado que pensar. Recordaba el título de un libro de Belén Gopegi, "la escala de los mapas" (solo el título, el contenido pertenece a otras cuestiones humanas). Y es que cuando te metes en gremios te das cuenta de lo tonta que eres, y me explico. Todo el mundo (menos tú of course) hace las obras baratísimas, tiene amigos que no le cobran el IVA, conoce a uno recontraprimocuñado que le dá llave mágica de acceso a VPO de tres habitaciones siendo un single, tiene acceso preferente a información del recontrachollo de turno. Todo el mundo, y quien no lo hace, te dicen mirandote seriamente es tonto.
Cuestión de escala, cuestión de magreo, cuestión de conocer, cuestión de saber moverse, cuestión difundida y aceptada.
A ver que día montamos la rebelión de los tontos.
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