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La teoría del champiñón

La teoría del champiñón

De vez en cuando se me va la pinza pensando en teorías que justifiquen nuestra existencia. Así me dío por inventar la teoría tamagochi, la teoría naipes, pero eso son otras chorradas mías, para otro día. Cuando llega esta época del año, siempre me paro un ratico a valorar el complimiento de la teoría champiñon. Os explico.

Creo firmemente que en nuestra base genética hay algún elemento que nos entronca directamente con el champiñón. Ese gen hace, que en cuanto caen cuatro gotas y hace un poquito de calor, asomemos el cabezón a la superficie. Dicesé, Huesca en invierno, si salimos a la calle a partir de las diez de la noche, nos hace pensar que ha habido una hecatombre nuclear y nosotros no nos hemos enterado. Oimos el tremendo resonar de nuestros pasos amplificado por las calles vacias. Peroooo, un poquito de lluvia, un poquito de calor, y aleeee, todos los champis al velador. Y entonces miramos perplejos la calle y decimos, pero donde estaba toda esta gente estos últimos cuatro meses????

La teoría también se confirma en el ámbito laboral, al olor de la condiciones óptimas, esporas fueras y acelerón colectivo. Todos a correr y lo que podía esperar ayer, se vuelve urgentísmo hoy.

Además, somos capaces de acumular metales pesados igual que los champiñones, tema que no es menor.

 

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