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Interculturalidad

Aprovechando la celebración del día internacional de la inmigración, os dejo este polémico artículo de Carlos Herrera que me ha saltado a la nariz mientras ojeaba un XL Semanal de estos que en estas fechas te recopilan todos esos regalos "imprescindibles" sin los cuales no podrás sobrevivir a la Navidad. Obvia decir que esta humilde opinadora está en contra de cualquier agresión a cualquier persona, del tipo que sea. Obvia decir que la interculturalidad bien entendida es un camino que queda por recorrer y aprehender. Pero en muchas cuestiones la ruta sigue vericuetos generadores de estúpidas tensiones que tan sólo sirven para arañar la superficie del tema. Polémica para empezar la semana.

Estúpidos sin fronteras. By Carlos Herrera.

Una importante colección de cretinos no está dispuesta a perder una sola oportunidad para hacer el ridículo en España. Miembros todos ellos de la conocida ONG Estúpidos Sin Fronteras, padecen el mal de la corrección política hasta límites que bordean perfectamente la estulticia más aguda: al menos dos colegios públicos españoles, uno en Zaragoza y otro en Murcia, han decidido suprimir los festivales infantiles que con motivo de la Navidad se vienen celebrando habitualmente con los alumnos más pequeños aduciendo la condición laica de la escuela española. Ésos son festivales que los padres conocemos bien y en los que los chiquillos se visten de pastorcillo, de oveja, de romano, de angelito o de Virgen y en los que se suele entretener a la grey mientras que los mayores desempolvan las cámaras de vídeo y filman a sus criaturas interpretando el papel de su vida. También sirven, habrá que reconocerlo, para mantener el tono vital de una celebración, la navideña, que habrá de acompañarnos durante toda nuestra vida en forma de memoria, de melancolía, de júbilo o de rabieta. Renunciar a esa pequeña fiesta a caballo entre lo social, lo familiar y lo religioso es una tontería manifiesta, habida cuenta el argumento que toda esa cuadrilla de idiotas maneja como excusa principal: una escuela pública es laica, ergo nada se celebra que tenga que ver con la religión. Otros aducen la presencia de minorías musulmanas que, por lo visto, huirían, histéricas, al comprobar que en el patio de su colegio alguien se ha disfrazado de San José, ese conocido activista antimahometano. Tanto unos como otros tienen pocas ideas, y las pocas que tienen rebotan en la oquedad de su cabeza haciendo sonar el inequívoco ruido del rebote de las monedas en el fondo de una hucha vacía. Cataclón, cataclón. La corrección política de esos habituales descerebrados españoles llega a límites insospechados: ¿a alguien en su sano juicio se le ocurren esas tonterías así como así? ¿Cómo explicarles a estos memos titulados que la Navidad forma parte, como la religión católica, de la cultura cotidiana de muchas generaciones de pobladores de nuestro país? ¿Cómo pelear contra la melancolía, digo yo, que causa tener que esforzarse en explicar algo absolutamente obvio?

Si la revisión del calendario festivo español tuviese que sufrir un repaso de tipejos como los que han tomado esas decisiones en esos dos colegios públicos españoles –algunos padres incluidos–, tendríamos que empezar a replantearnos nuestra vida desde el minuto uno de nuestra existencia. Como no creo que estén dispuestos a renunciar a sus festividades habituales, asistiríamos al replanteamiento civil de muchas de ellas: de la misma forma que unos cuantos capullos de seda abogaron por instaurar una suerte de ‘primeras comuniones civiles’ o ‘ceremonias civiles de bienvenida a la sociedad’ –por el bautizo, se entiende–, estos pedagogos zaragozanos y murcianos abogarán por retitular la fiesta de la Purísima como Fiesta del Fin de Otoño, la de la Epifanía como Día del Juguete y la del Viernes Santo como Fiesta de la Primavera Jubilosa. Si luego los niños son educados de otra manera en sus casas, eso ya es problema de los padres enemigos del laicismo. De esta manera, por demás, tampoco se ofenderá la sensibilidad de los musulmanes que acaban de llegar a España y que, que yo sepa, tampoco se han quejado tanto. Alguno habrá, por supuesto, que ponga el grito en el cielo, pero bastantes de ellos están encantados con que sus niños jueguen teatralmente con tradiciones cristianas que a nadie ofenden, al igual que ocurre con los que viven en tierras donde se celebran fiestas de Moros y Cristianos, tierras en las que nadie se ha inmolado por eso. En fin, y si hay mucho problema, ese día se les da fiesta.

Lo único bueno que tienen estas cosas es que se acaban sabiendo antes o después y que del ridículo no les salva nadie. Pero no hay que acomplejarse y creer que ésa es una tendencia a la que vamos de forma inevitable: no y no. Quede constancia que quienes así actúan, a los ojos de este cronista, no son más que una simple, redonda y rotunda pandilla de majaderos. Feliz Navidad a todos ellos.

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